Originado a partir de una conversación en 1988 entre los profesores Bo Adamson de la Lund University, Suecia, y Wolfgang Feist del Institut für Wohnen und Umwelt (Instituto de Vivienda y Medio Ambiente), Alemania. Este concepto ha sido una revolución arquitectónica llamada a crear viviendas más sostenibles, con sistemas de calefacción eficientes y tecnológicamente superiores.
Para ahorrar sin esfuerzo
Su nombre, Passivhaus ("casa pasiva" en alemán), apela a su principal virtud: lograr resultados sin hacer nada. Y es que este modelo constructivo se basa en crear edificios tan eficientes y herméticos que se reduzca al mínimo la energía necesaria para climatizarlos, creando un ambiente y una temperatura constantes, saludables y sostenibles.
Esto debe lograrse durante todo el año mediante la optimización de los recursos, sin descuidar el confort de la edificación. Para alcanzar este ambicioso objetivo hay que combinar dos estrategias: la reducción de las necesidades energéticas de la construcción y la minimización de pérdidas térmicas en toda su estructura.
Los 5 principios de la sostenibilidad energética
Para alcanzar la certificación máxima del Passivhaus Institut y, por ende, todas las ventajas de este sistema, hay que cumplir 5 principios clave:
- Reducida demanda de energía primaria, de manera que la calefacción, el agua caliente y la electricidad sean inferiores a 120 kW/m² por año. Por su parte, la demanda de energía en calefacción y refrigeración debe ser menor a 15 kWh/m² al año.
- Excelente aislamiento térmico, con carpinterías de altas prestaciones. Es importante instalar ventanas y puertas de altas prestaciones, con triple acristalamiento, baja transmitancia y una correcta instalación que minimice las filtraciones.
- Ausencia de puentes térmicos, evitando aquellos puntos débiles de la envolvente de un edificio o de una casa creados por un cambio de su composición o en el encuentro de planos distintos o elementos constructivos diferentes, como puertas o ventanas. El estándar marca una transmisión máxima de 0,8 W/m²K en muros con aberturas y de 0,15 W/m²K en muros opacos. Esto, además de reducir la pérdida energética, evita la formación de condensaciones o de mohos superficiales.
- Hermeticidad del aire, con niveles de estanqueidad n50 < 0,6 / h. Se pretende lograr así que no haya corrientes entre ventanas y/o puertas para que el sistema de ventilación mecánica sea óptimo.
- Ventilación mecánica con recuperación de calor, con una renovación de aire aproximadamente del 30% del volumen de los espacios interiores (en verano suele ser algo mayor). Aquí entran en juego esquemas de climatización punteros como las bombas de calor, que se utiliza para calefactar y refrigerar mediante el sistema de conductos de ventilación del recuperador de calor.
Cumplidos estos requisitos cualquier nueva construcción, sin importar su tamaño y uso, puede edificarse bajo el sello Passivhaus. Y es algo que cada vez interesa más.
Una tendencia al alza
Ha pasado más de una década desde que se homologó la primera “casa pasiva” en España y el número de proyectos asciende ya a casi 170, según la Plataforma de Edificación Passivhaus. La mitad de ellos se han certificado en los últimos dos años, lo que deja claro el creciente interés nacional por este modelo constructivo.
Y es que sus ventajas son evidentes: aunque el sobrecoste estimado de la construcción de una Passivhaus oscila entre el 5 y el 15% (en función de los acabados y los diseños de la futura vivienda), a largo plazo, contar con estas medidas supone ahorros de consumo de hasta el 75%. Y, como el resto de la energía debe ser generada mediante alternativas verdes como la solar, la certificación se convierte en sinónimo de vivienda sostenible, un mercado que cada día cuenta con más adeptos.